jueves, 13 de agosto de 2015

De la búsqueda del nombre y las imágenes: Jaramar / Cuarteto Latinoamericano, canciones sefardíes / Parte 3


Decidir el título de un disco nuevo es, por decirlo de alguna manera, delicado.
Muy delicado y no siempre fácil.  La mayoría de las veces ha sucedido casi hasta el final, incluso con el disco ya grabado.  Así fue esta vez.

Parte de la dificultad consistía en que el nombre que le diera a este proyecto dedicado a los cantos sefardíes anónimos de los judíos españoles debía reflejar muchas cosas:  la poesía de las canciones, su naturaleza viajera e itinerante, su conexión con los afectos, su belleza orgánica y viva a pesar de ser cantos de hace siglos.  Y también debía hablar de mi vínculo personal con ellas.

Busqué primero entre los textos de las canciones y entre mis muchos apuntes sobre el tema.  Finalmente en uno de mis libros encontré el nombre que buscaba.
En “La huella hispánica en el legado musical de Sefarad”, María Luisa García Sánchez escribe: “…después de más de cinco siglos, el hilo invisible de la tradición hace posible que ambos pueblos nos reconozcamos, a pesar de diásporas y adversidades”.  Al leer esas palabras pensé que era precisamente una especie de hilo invisible a través del cual estas canciones habían llegado a mi y que ese mismo hilo invisible fue el vehículo de mi encuentro privilegiado con el Cuarteto Latinoamericano y con la Sinagoga Histórica Justo Sierra, el marco perfecto para estas canciones.

El Hilo Invisible – a todos los miembros del equipo nos gustó.

Con el título del disco decidido, Claudia Sánchez, la diseñadora invitada a crear la imagen del disco, empezó a jugar con hilos y a bordar.



Con Claudia, autora de la imagen de varios discos cuyo arte es de mis favoritos, tuve largas conversaciones para acercarla a lo que yo imaginaba, a lo que yo quería que quienes tomaran el disco en sus manos percibieran.
Después de algunas semanas de búsqueda, me empezó a enviar sus propuestas:
hilos ensartados que dibujaban palabras; caligrafía con versos que remitían a la idea de la navegación, de la palabra viva, de un mapa de ruta de vida.



Para finalizar este relato, comparto aquí estas palabras que Claudia me escribió al finalizar y que yo agradezco profundamente:

“En verdad ha sido todo un placer conocerte y sumergirme en la belleza de tu voz y tu música. Para mi fue un proceso sumamente interesante que me representó en todo momento un reto a través del cual exploré nuevos caminos creativos y aprendí un nuevo lenguaje para expresarme mucho más libre con la tinta los hilos y las letras... En el camino conocí a un calígrafo maravilloso que me llevó a descubrir el amor hacia la letra, los trazos y las palabras... Tú voz y tus canciones me llevaron a navegar por paisajes internos profundos que no sabía que existían en mí, me enseñaron y me llevaron a sentir y experimentar el amor profundo y maduro que se siente solo cuando se reconoce y se aman los años de historias recorridas. Digamos que tú música me llevó a explotar internamente y dar un paso más hacia romper ciertos límites personales y creativos. Gracias, gracias gracias...”

Y yo a mi vez doy gracias a todos los que se subieron a este barco conmigo y me acompañaron a navegar y bordar este hilo invisible.


miércoles, 12 de agosto de 2015

De un sueño que se hace realidad: Jaramar / Cuarteto Latinoamericano, canciones sefardíes / Parte 2


La mañana del lunes 2 de marzo me desperté en la Ciudad de México con la adrenalina y el nervio alborotados por la aventura inédita que estaba a punto de emprender.  Afortunadamente podría llenar mi mañana con actividades que llenarían mis horas y mi mente hasta llegar a la tarde y al motivo central de mi estancia en el DF.

Mi método usual de transporte defeño es el metro.
Siempre.
Esa mañana el recorrido Polanco-Tacuba-Zócalo me sirvió para repasar en mi cabeza lo que esperaba sucediera; repasar pendientes para que no me agarraran desprevenida (una obsesión mía) y cantar. Cantar en silencio, pensar cantando, cantar de la boca hacia adentro pensando.  Todo eso mientras caminaba, subía y bajaba escaleras, cruzaba el Zócalo y caminaba por Moneda, Correo Mayor, Justo Sierra, hasta llegar al número 71.  Al entrar al zaguán de la Sinagoga Histórica Justo Sierra automáticamente se quedaron fuera el calor, la mucha gente que tuve que ir sorteando y el ruido humano del centro.  Pude respirar con calma, desacelerar mis pasos, sentarme y empezar a sentir de verdad la emoción de estar ahí, empezando a hacer eso que había planeado y preparado durante meses.

La prima vez ke te vidí de tuz ojos me’namorí.

Empezaban a llegar mis amigos queridos a quienes había convocado para trabajar conmigo.  Es realmente bonito trabajar con personas a quienes admiro y quiero y que sé que están ahí alimentando lo que hacemos con su cariño y dedicación.  Así fueron llegando Michel Amado – queridísimo amigo, fotógrafo de tantos proyectos míos -  con Olivia Luengas y Erick Ruiz, los tres encargados de documentar en video e imágenes lo que iba a suceder.  Y también estaba ahí, conociendo el espacio y haciendo apuntes, Claudia Sánchez, la diseñadora a quien invité a crear la presentación visual de mi nuevo “producto”.  Y por supuesto llegó también mi cómplice imprescindible, quien desde hace 7 años me acompaña en el camino de convertir en realidad tangible y audible mis sueños: Gerry Rosado, mi productor, quien sería en esta aventura el responsable de grabarnos al Cuarteto Latinoamericano y a mí en la Sinagoga Justo Sierra y después post-producir lo grabado para lograr el disco bello de canciones sefardíes del que todos estamos seguros nos sentiremos orgullosos.

Con Erick Ruiz, Mónica Unikel y Michel Amado explorando la azotea de la Sinagoga


 Con Gerry Rosado y Mónica

La rosa enflorece en el mes de mai, mi alma s'escurece, sufriendo del amor.

Finalmente se dieron las 3:30 de la tarde y empezaron a llegar los compañeros de proyecto cuya presencia inminente tenía mi sistema nervioso a flor de piel.  Llegó primero Arón Bitrán, segundo violín y el integrante del Cuarteto con quien yo más había platicado, a quien había propuesto el proyecto inicialmente y quien con su calidez y buena vibra me ayudó a sentirme tranquila y segura de lo que estaba haciendo – no es que no lo estuviera, sólo que tenía que recordármelo a mí misma constantemente.  Javier Montiel, el violista, llegó casi inmediatamente.  A Javier también lo había tratado ya y desde nuestra primera conversación se había establecido una comunicación clara y cálida.  Javier había hecho cuatro de los arreglos que grabaríamos y tanto él como yo teníamos muchas ganas de escucharlos sonar.  Álvaro Bitrán, cellista del Cuarteto, llegó poco después; a él lo conocía muy poco fuera del escenario.  Sería con ellos tres con quienes revisaríamos y ensayaríamos esa tarde todo el repertorio a grabar.  Sólo con ellos tres, pues Saúl Bitrán, primer violín, se había quedado varado por la nieve en el aeropuerto de Boston y lo tendríamos con nosotros hasta la mañana siguiente.

Yo m’enamorí d’un aire, d’un aire d’una mujer, d’una mujer muy hermoza, linda de mi coraçon.

Nos fuimos acomodando en el espacio previsto para la grabación, al fondo de la nave, donde estábamos acústicamente más cobijados.
Y empezamos a revisar las canciones.
Y comenzamos a escucharlas sonar.
Y todo empezó a fluir, los temores se me olvidaron.

Yo sabía que la belleza de las canciones sería nuestra aliada para conectarnos con ellas sin mayores dificultades, pero no esperaba que avanzáramos tan rápido.
Y bueno, el Cuarteto Latinoamericano es una maravilla, por supuesto.
Y las canciones rápidamente brillaron.
Recuerdo el entusiasmo de Javier.  Al escuchar sonar sus arreglos por primera vez estaba muy contento y me decía:  “ Espérate a mañana a escuchar cómo va a sonar, con el power del violín de Saúl”.

Y ahí tomamos una decisión definitiva para el resultado final de la grabación: contrariamente a lo que se tenía previsto: grabaríamos los cinco juntos, voz e instrumentos, porque era la mejor manera de lograr cohesión y una interpretación viva y emotiva.  Además habíamos visto en el ensayo que sí era posible.

El cielo quero por papel, la mar quero por tinta.

Y a la mañana siguiente comprobé que Javier tenía toda la razón.
Saúl llegó y la música creció en dimensión y belleza.
Comenzamos a grabar y yo estaba consciente del enorme privilegio de que mi voz fuera parte de la música que construíamos juntos.
Esas canciones tan cercanas a mi estaban iniciando una nueva vida con un vestido y una energía renovados. 



Puncha puncha, la rosa huele que el amor muncho duele!

Y seguimos avanzando con rapidez.
Con el Cuarteto el trabajo fluye porque gracias a su gran nivel de ejecución, pero sobre todo a su intuición y comprensión musicales, las dudas se aclaraban inmediatemante y fuimos logrando buscar y encontrar la cohesion interpretativa entre los cinco de una manera natural.
De mi parte, estaba cantando canciones que desde mi nuestro primer encuentro, allá por el inicio de los años ochenta, me reconocí en ellas, como si nos conociéramos de antes; han sido una maravillosa escuela melódica y expresiva para mi.  Moverme entre sus melodías es navegar en mi universo personal y ahora buscaba explorar con mi voz nuevos caminos para ellas en los arreglos de Javier y de Juancho.



En la mar hay una torre y en la torre una ventana y en la ventana una paloma que a los marineros llama.

Al final de la última jornada salimos de la Sinagoga contentos, con las sesiones de esos días grabadas y listas para la siguiente etapa, que estaría en manos - y oídos y sabiduría musical - de Gerry Rosado.

A la mar que tu te vayas yo me iré contigo para ver cómo es que tu vences a tus enemigos.

Un mes después me incorporé con Gerry, en su estudio, a las sesiones de edición y mezcla del material grabado.  En realidad era él quien editaba y mezclaba.  Yo escuchaba y opinaba pero principalmente disfrutaba eso de lo que cada vez me sentía más orgullosa.  Y Gerry también.

Ese orgullo fue compartido por Saúl, Arón, Javier y Álvaro cuando
después de unas semanas llegó a los oídos de todos nosotros la propuesta de mezcla de Gerry:  la versión terminada de EL HILO INVISIBLE.

Adio Adio kerida, no kero la vida, me l'amargates tú.


lunes, 9 de marzo de 2015

Del nacimiento de un sueño: Jaramar / Cuarteto Latinoamericano, canciones sefardíes / Parte 1


Hay música, canciones, que por una razón misteriosa nos pertenecen. Canciones que de alguna manera forman parte de nuestra piel, de nuestra memoria, de nuestra naturaleza.  Eso es lo que yo sentí con los cantos sefardíes desde el primer encuentro. Sentí que, independientemente de su origen histórica y geográficamente lejano, yo tenía un vínculo natural con esas bellas y exóticas canciones. Mi voz y mis emociones se conectaban con estos cantos que habían viajado a través de los siglos y de muchas bocas antes de llegar a mí.

A partir del momento en que las canté por primera vez, hace ya – ufff… - muchos años, estas canciones han transitado por mis repertorios mis discos, mis conciertos. Su presencia ha cambiado de color y de sonido dependiendo del momento de mi vida que reflejaban.  A lo largo de los años las he compartido con colaboradores y alineaciones de músicos muy diversas y estas canciones bellas, vivas, maleables, que conozco tan bien, siempre han permitido que me las apropie para que me acompañen en un nuevo viaje.

Hace más o menos un año empecé a imaginar un nuevo viaje con ellas.  Como la mayoría de mis proyectos, este existía al principio únicamente en mi cabeza y era bastante audaz.  Imaginé llevar estas canciones a un espacio sonoro nuevo, al menos para mí; un espacio que significara un reto artístico interesante y que, sobre todo, transformara las canciones conceptual y sonoramente partiendo de su esencia fundamental.  E imaginé esas canciones interpretadas en compañía del Cuarteto Latinoamericano, el extraordinario ensamble de cuerdas por el que tengo gran admiración y respeto. 
Solamente voz y cuarteto de cuerdas.
Y siguiendo con el sueño, imaginé que un disco así sería perfecto grabarlo en un espacio emblemático, concretamente la Sinagoga Histórica Justo Sierra 71 de la Ciudad de México.

Como digo, era un sueño, ambicioso y bello.
Pero ya estoy entrenada en eso de soñar… y en inmediatamente después explorar los caminos posibles para que el sueño tome forma tangible.
Eso hice y sorprendentemente no fui la única entusiasmada con la idea.
A quienes primero debía compartirla era por supuesto al Cuarteto, quienes respondieron de inmediato que sí, que estaban dispuestos y gustosos de entrarle al proyecto. 
Después de esa primera luz verde, reunir al equipo deseado de producción no fue difícil – bueno, no tan difícil.
Los siguientes a quienes debía subir al barco eran mi productor imprescindible, Gerry Rosado, cómplice de todas mis recientes aventuras de producción musical, quien iba a entender muy bien las necesidades de esta; Mónica Unikel, directora de la Sinagoga Justo Sierra, quien desde la primera noticia de este proyecto brincó (literalmente) de emoción; mi amigo y colaborador constante Michel Amado, videoasta, fotógrafo, a quien encomendé el registro documental de lo que íbamos a emprender.
Y me puse a darle forma en papel a este sueño.
Debía poner en palabras las ideas sonoras y estéticas que tomaban forma cada vez más clara en mi mente, para explicarlas al equipo creativo.  Explicar ese encuentro entre la esencia tradicional, viajera, “exótica”, de herencia oral viva y vigente de estas canciones, con el lenguaje contemporáneo y personal que me interesaba explorar.  Enseguida, entre el amplio repertorio de canciones sefardíes que habían pasado por mi vida debía seleccionar aquellas imprescindibles, que hablaran de lo que yo quería decir, que cantaran al amor y a los afectos, las más cercanas a mi piel.  Finalmente tuve la lista de 10 canciones con las que trabajaríamos.

Y con todo esto armado había que emprender las muchas tareas artísticas y de gestión, de búsqueda del financiamiento necesario; trazar el camino para que el sueño tomara forma y se convirtiera en realidad.  A lo largo de las siguientes semanas y meses me di cuenta de que el proyecto entusiasmaba a más personas y los apoyos llegaron, el trabajo fluyó.
Ya no sería sólo un sueño, ahora había el compromiso de realizar y producir todo eso que me había inventado.

Lo inmediato era sumar a quienes buscarían el concepto sonoro, que lograran el punto de unión entre las canciones, el cuarteto de cuerdas y mi voz; la elección de los arreglistas era clave en este proyecto.  Requeríamos arreglistas que entendieran la naturaleza del material musical con el que trabajaríamos y también las características y potencial de los intérpretes involucrados.  Javier Montiel, violista del Cuarteto Latinamericano, inmediatamente levantó la mano para realizar parte de los arreglos.  Javier me pidió que, del repertorio que había elegido, escogiera las que le encomendaría.  Ahí arrancó el proceso de búsqueda sonora, con ese primer y magnífico colaborador.  “La prima vez”, “Esta montaña d’enfrente”, “Puncha puncha” y “Yo m’enamorí” fueron las canciones que escogí y le envié para que empezara a arreglar.  Me dio mucho gusto ver su entusiasmo por la tarea, fue el principio de sentir al Cuarteto Latinoamericano cercano al proyecto.

Nos hacía aún falta un segundo arreglista y Gerry Rosado hizo una sugerencia insólita.  Gerry propuso que acercáramos al proyecto a Juancho Valencia, brillante pianista y compositor colombiano, leader del grupo Puerto Candelaria.  Yo había escuchado a Puerto Candelaria y sabía de su importancia en la música colombiana actuál, pero no sabía si podría interesarse por el proyecto y  entender sus necesidades.  Al conocer la trayectoria musical de Juancho y luego al  platicar con él y ver su gran entusiasmo por el material musical y los interpretes con los que estaría trabajando, y sobre todo al empezar a recibir sus propuestas, me di cuenta de que teníamos un gran equipo y que el proyecto tenía todo el potencial para volar!
Y le envié "La serena", "La rosa enflorece", "Las Galeas", "Nani nani", "Durme durme" y "Adio Kerida".



Ahora, después de varios meses de camino recorrido estamos a unos días de haber concluido la grabación en la Sinagoga Justo Sierra y estamos ya planeando la post-producción, el diseño y el lanzamiento del disco, imaginándome cómo podrá ser el concierto en el que presentemos al público esto que empezó con un atrevido sueño hace poco menos de un año.



miércoles, 16 de julio de 2014

CAÍDA LIBRE, el primer disco


Grabar un disco ha sido para mí, desde la primera vez, de esos acontecimientos que cambian el color de lo que vendrá después.  Hablo por supuesto de los proyectos personales, de esos que son cercanos a mi corazón, por los que estoy más que dispuesta a correr riesgos y abrir nuevas puertas y ventanas. Estos días me estoy preparando nuevamente para entrar al estudio a grabar un disco.


El estudio será Zona de Intolerancia, ese espacio ya bien conocido en el que han tomado forma final todas mis producciones desde el 2008, el año de Diluvio, en esa casa de la calle de Tula en la defeña colonia Condesa, centro neurálgico de Intolerancia, el sello que ha cobijado todas mis producciones desde entonces.  Y sucederá nuevamente de la mano de Gerry Rosado, mi querido productor, cómplice y amigo, quien cada vez que hemos construido juntos un nuevo proyecto discográfico me ha alentado a ser mejor de lo que yo pensaba que era capaz, a llegar a un espacio en el que no había estado antes. 



Hasta ahora, cada vez que he llegado a ese estudio ha sido con una alineación y un sonido diferentes.  Esta vez toca el turno al proyecto minimal que Eliud Ernandes (contrabajo), Alejandro Alfaro (guitarra eléctrica) y yo (voz) hemos bautizado como CAÍDA LIBRE y nuestra misión será traer al estudio la energía, la intimidad y la conversación musical intensa que se dan cada vez que nos paramos en el escenario.  El reto será pues buscar un sonido cercano e intensamente emotivo, para lo cual grabaremos los tres juntos tratando de que cada toma nos permita descubrir una nueva versión de las canciones, para al final escoger aquellas que mejor representan la esencia de Caída Libre.



Caída Libre nació primero de una necesidad personal mía de cantar un repertorio que conocía desde niña, que me gusta muchísimo pero que también respeto muchísimo.... y que considero una fantástica escuela: los standards de jazz.  Me tomó tiempo atreverme a subir al escenario para cantar temas clásicos de los cuales existen grandes versiones por enormes artistas.  Cuando finalmente me atreví, tuve la suerte de encontrar a los dos cómplices ideales para la aventura, dos solamente, porque desde un inicio la idea fue hacer de esta una aventura con un mínimo de participantes para magnificar la posibilidad de conversar.  Y también de estar expuestos, sin una base rítmica sosteniéndonos, con la libertad de manejar la música como plastilina, estirándola, manipulándola, haciéndola sutil y leve, o poderosa. Con sólo tres colores: voz, guitarra y contrabajo.



Y claro que estamos muy emocionados, contentos y nerviosos, pero listos para entrar este martes 22 de julio al estudio de la calle de Tula y sumergirnos en ese proceso transformador que es grabar un disco.  Transformador y abrumador, porque personalmente, el reto de cantar buscando nuevos caminos para mi voz es siempre arduo:  tratar de que mi voz sea nueva, pero la misma en esencia, y al mismo tiempo real, honesta, que hable diciendo cosas verdaderas.  Nunca de más, nunca de menos;  arduo, pero necesario.  
Y como decía, emocionante y abrumador.

Sobre todo, necesario.



Finalmente le llegó el momento a CAÍDA LIBRE, pronto podrán llevarnos a su casa para escucharnos todas las veces que quieran, pronto también nuevos oídos nos descubrirán.

¿Están listos?




martes, 15 de octubre de 2013

“Un rato cantar quiero”… no, bastante más que un rato quiero cantar.


No sé si lo que les voy a platicar va a sonar como una especie de delirio entre cursi y hippie, pero hay versos, palabras, frases, que junto con las melodías que las convierten en canción, se sienten al cantarlas como un caramelo delicioso derritiéndose en la boca.

La prima vez que te vidí, de tus ojos m’enamorí, de aquél momento te amí, fin’a la tomba te amaré.

O como una brisa fresca y amorosa (si es que una brisa puede ser amorosa) que penetra por los poros y hace que nos invada la certeza absoluta de que aquello que estamos cantando es bello, perfecto. 

En la mar hay una torre, y en la torre una ventana y en la ventana una paloma que a los marineros llama.

No sucede tan frecuentemente, pero a mí me ha sucedido muchas veces y la sensación me es tan familiar que puedo cerrar los ojos y revivirla.

El sol, la luna, el alba y el lucero, los ejes de oro en que restriba el cielo; el día placentero bañado en lumbres bellas, lloviendo lumbre y gloria por el suelo.

No siempre es de gozo, pero cuando no lo es, la belleza de las palabras y las melodías es tan certera que hace que la tristeza que encierran se sienta como sabor en la boca, y en la piel, tangible, real, al cantarlas.

Llorando la ausencia del galán traidor la halla la luna y la deja el sol, añadiendo siempre pasión a pasión, memoria a memoria, dolor a dolor. Llorad, corazón, que tenéis razón… razón.

Y entonces sabemos que eso que estamos cantando ha permanecido – y permanecerá - porque es cierto, y es bello, y debe ser cantado, una vez, muchas veces.

Un rato cantar quiero, pues la ocasión y el tiempo se me ofrece; ser admitido espero, que mi intento por sí no desmerece; y comienzo mi canto, aunque fuera mejor llamarle llanto.

Y debe permanecer porque, sorprendentemente, a pesar de haber sido cantado tantas veces a lo largo de – incluso – siglos (¡!!), sigue estando lleno de verdad; es y seguirá siendo algo que debe ser dicho y cantado.

Ay linda amiga, si no puedo verte, cuerpo garrido que me lleva a la muerte.
No hay amor sin pena, pena sin dolor, ni dolor tan agudo como el del amor.




martes, 8 de octubre de 2013

Reporte desde el frente – de camino al Teatro de la Ciudad.




Normalmente los proyectos que tengo más en la cabeza son los de nueva creación – o recreación. Pero, como he venido platicando, hace unos meses, cuando me dí cuenta de que se avecinaba un aniversario importante – 20 años de un proyecto musical con 12 discos al hombro son algo dignos de respeto - también me di cuenta de que ese camino recorrido, y en particular el disco que marcó el inicio del camino, merecían ser revisados, revisitados, recordados, celebrados de varias maneras.  El disco, “Entre la pena y el gozo”, largamente agotado, debía regresar a los anaqueles de las tiendas para que aquellos que lo recordaban tanto y lo habían perdido o regalado pudieran poseerlo nuevamente.  Merecía ser descubierto por mucha, mucha gente.
Por otra parte, su música debía sonar en los escenarios nuevamente.
Y sonar junto con la que forma parte de mi vida musical actuál, con los sonidos que busco ahora y con los músicos que forman parte de esas búsquedas.  Y eso es lo que va a suceder dentro de unos días (¡ya!) en uno de los teatros más bellos y emblemáticos de la Ciudad de México, el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.

Y hubo que mirar hacia atrás y pensar en cómo quería yo que sonaran esas canciones en este momento, pasadas por el tamiz de los caminos recorridos.
No es que fueran canciones lejanas a mí, porque varias nunca dejaron mi repertorio, y las otras están todavía ahí, a flor de los labios, muy fáciles de retomar.  Sorprendentemente fáciles de retomar, como si nunca se hubieran alejado. Igual de bellas y frescas, listas para sorprender y enamorar a los músicos con los que armé una nueva alineación para llevarlas al escenario, a quienes en los ensayos fui platicando la historia de estos cantos, en particular de los sefardíes, tan sencillos y tan perfectos, interpretados en ladino y centrales en la vida cotidiana de los judíos españoles, particularmente de las mujeres.  Al ser expulsados de España por el Edicto de Ávila en 1492, ellos se despidieron cantando de la tierra que los había acogido durante 15 siglos y en el exilio lograron preservar esta  sorprendente herencia musical a través de la tradición oral.  Así, por tradición oral y enriquecidas por el camino del exilio, estas canciones han llegado hasta nosotros, hasta mí, seguramente transformadas por las muchas bocas que las cantaron, pero conservando la riqueza melódica y lírica de la música creada en una España en la que se entrelazaron las culturas mora, cristiana y judía.  Y estas canciones, junto con algunas otras de la lírica española del Siglo XV son el corazón de “Entre la pena y el gozo”. Y un gozo y un reto está resultando el montaje del repertorio con mi nueva banda alterna.

Y tenía que elegir a mis cómplices escénicos. 
Una banda representativa de distintos momentos de mi viaje de 20 años.
Una mezcla de músicos que forman parte de mi equipo actual, de mis proyectos recientes, para los que el repertorio es casi todo nuevo, y músicos que forman parte de mi historia.  También una mezcla ecléctica de instrumentos, muy diferente de los que se usaron para la grabación original. 
Los convocados son:
Juan Castañón en guitarra eléctrica y Luis Javier Ochoa en la acústica, el primero titular de mi grupo actuál y el segundo un músico y amigo con quien he compartido muchos escenarios, viajes y proyectos; uno proveniente del free jazz y el otro de la música clásica y antigua.  Los dos talentosísimos. No se conocían pero desde el inicio entendieron lo que la música requería de los dos y de cada uno.  Luego está Nathalie Braux, en saxofones y clarinetes, también colaboradora y compañera de proyectos durante años y que ahora regresa a aportar su gran musicalidad e intuición a este repertorio.  En la importantísima sección rítmica están Luciano Sánchez, baterista actuál de mi grupo - muy joven, fresco, e impresionante músico - y  Héctor Aguilar, el carismático percusionista con quien durante unos 8 años compartí escenarios.  En el bajo debuta con nosotros Armando Vega.  Y les he ido explicando las canciones, entregándoles las letras y contando sus historias. ¡Y ya suenan! Y su brillo natural sale a relucir.  Son canciones nobles y generosas, que se dejan tomar y se dejan cantar.



Y como estamos hablando de una noche de celebración, será un enorme gusto tener en el escenario del Teatro de la Ciudad, haciendo sonar nuevamente esas canciones con nosotros, a alguien que fue mi principal cómplice en esa aventura hace veinte años, personaje fundamental en la búsqueda del sonido, de los arreglos, de la músicalización de textos y en la producción de ese discoy de otros muy importantes.  Alfredo Sánchez, quien me acompañó durante los 10 primeros años y 6 primeros discos de este viaje se subirá al escenario con nosotros para dar nueva vida a aquellas canciones.  ¡Gran fiesta, sin duda!

Además, la noche del 26 de octubre, en el Teatro de la Ciudad no serán las únicas que sonarán, porque también habrá de las nuevas, de las mías, para tender un puente entre aquél momento en el que decidí tomar el timón para hallar mi propio sonido y este momento, en el que estoy cantando mis propias palabras y construyendo mis propias músicas.  Y será una noche de gozo.
Que suenen las campanas de la celebración.




domingo, 29 de septiembre de 2013

A veinte años de “Entre la Pena y el Gozo”


“Entre la Pena y el Gozo”, mi primer proyecto discográfico como solista, fue editado en 1993 y ahora, veinte años después, regresa a los escenarios y a los estantes de las tiendas.  Este es un aniversario importante pues no solamente celebra el inicio de mi carrera solista sino que me permite volver a poner en las manos y en los oídos de mi público uno de los discos más significativos de mi discografía, y revisitar el repertorio que ha sido mi fuente de inspiración.
Para seguir con las campanas del festejo he pedido a uno de mis cómplices importantes en aquél lanzamiento que me ayude a recordar:


Corría el año 1993 cuando Jaramar irrumpió para fortuna de la escena musical de México con su álbum debut “Entre la Pena y el Gozo”. 

Yo dirigía el sello Grabaciones Lejos del Paraíso y recuerdo claramente haber sido cautivado al recibir aquel cassette en el que sonaban instrumentos y músicas antiguas que se entrelazaban con la voz de Jaramar.  Había una propuesta y frescura en el proyecto que no dejaba lugar a dudas de que teníamos por fortuna una nueva cantante en la escena mundial y además Mexicana. En paralelismos de tiempos, Madredeus iniciaba su carrera en Portugal y Jaramar en nuestro país.  Los temas de aquel cassette estaban casi listos para masterizarse y ser lanzados en CD ­– se iniciaba el adiós a los viniles.

En esos años había pocos MIXUP's, pero cuando mandamos el primer pedido a una sucursal ubicada en el sur del Distrito Federal, lo tocaron al aire y algo mágico ocurrió, se vendieron todas las copias en 2 días y empezaron los pedidos sorprendiendo a todos hasta escalar al primer lugar en ventas de la sección de World Music.  Ese fue el inicio de una relación entrañable y productiva entre la discografía de Jaramar y Grabaciones Lejos del Paraíso, quien sacó sus 3 primeros discos: “Entre la Pena y el Gozo”, “Fingir que Duermo” y “Si yo Nunca Muriera”. Ya para estas fechas habían arrancado las operaciones discográficas del sello hermano Opción Sónica, bajo el cual salieron sus 3 siguientes producciones : “Lenguas”, “A Flor de Tierra” y “Nadie Creerá el Incendio”. Muchas historias, muchos conciertos y sucesos alrededor de esta vital parte de la historia de Jaramar.

Con esta reedición y a 20 años de distancia, es un gozo enorme saber que esta certera colección de canciones podrá ser valorada por las nuevas generaciones, asegurando un continuum al proyecto de vida que Jaramar, persistentemente, al paso de sus 13 producciones y con una intuición  e inquietud artística incansables, ha esculpido dentro de la escena musical del mundo. Este reset es también una recarga emocional y sónica para aquel primer disco tan significativo en su carrera, que hoy a 20 años de distancia acumula muchos más gozos que penas, conduciéndonos cada vez más cerca que lejos del paraíso.

Que vengan muchos mas...

Edmundo Navas
Fundador de Grabaciones Lejos del Paraíso y Opción Sónica
Verano 2013