martes, 29 de enero de 2013

El cine es una de mis pasiones

El cine es una de mis pasiones.
Esa es una afirmación bastante lugar común, pero qué le vamos a hacer, lo es.
Lo he disfrutado y seguido como espectadora desde que era una muy joven estudiante de diseño en Paris y descubrí el circuito de pequeñas salas de cine – algo nuevo para mí que venía de pasar mi infancia y adolescencia en el DF donde los grandes “teatros de cine” eran la regla – y empecé a asistir a ellas lo más frecuentemente que el tiempo y el bolsillo me lo permitían, generalmente sola.  Así me familiaricé con el nuevo cine que se estaba haciendo en Francia y en general en Europa durante los 70 y 80,  supongo que el equivalente del “cine independiente” de ahora: brillante, irreverente, íntimo, sorprendente visualmente, memorable.  Creo que desde entonces no me he despegado de ese lenguaje y por temporadas me he acercado a él casi obsesivamente.

En años recientes, además de seguir siendo asistente constante a las salas de cine, he buscado la forma de conocer sus procesos e incorporarlo a mis sueños y proyectos….. aunque sea sólo así.  Sueños y proyectos la mayoría de las veces, algunas otras sí con un resultado tangible, visible.  Mi cercanía afortunada con el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, con escuelas de cine y especialmente con amigos míos, profesionales de ese mundo, me lo ha permitido… cercanía muy afortunada de verdad.

Todo esto para platicarles acerca de una de mis aventuras más recientes: el encargo que me hizo Rafa Lara, director de “5 de Mayo: La Batalla”, para escribir – e interpretar a cámara – una canción que aparecería en uno de los momentos  más emotivos de la película, la noche previa al día en que el ejercito mexicano lidereado por Ignacio Zaragoza se enfrentó al ejercito más poderoso del mundo, el de Napoleón. 

Recuerdo aquella primera reunión con Rafa el año pasado, en la que me platicó de esa gran producción que estaba en gestación, la más compleja, costosa y ambiciosa del cine mexicano hasta ahora.  Una película de guerra en la cual se mostraría toda la crudeza de ésta y para la cual yo debía hacer una canción íntima, cercana, oscura y con un rayo de esperanza…. y que además “sonara a Jaramar” – esto último por supuesto me tranquilizó (y halagó), porque Rafa dejó claro que me estaba invitando porque lo que quería era una canción que fuera realmente mía .  Además, la propuesta era que yo apareciera cantándola…. siempre y cuando pasara antes por una prueba de cámara, por supuesto!!  Todo esto fue una propuesta sorprendente, inesperada y muy emocionante.  Muy poco tiempo después ya teníamos lista la maqueta para su revisión y aprobación: “Flor de mis labios”, una canción sencilla, dentro de mi lenguaje musical y lírico reciente, guitarra y voz.

Lo que ha seguido desde entonces ha sido cada vez más emocionante y sorprendente: la filmación en una hacienda poblana, la impresionante producción, el cuidado minucioso por los detalles del arte, vestuario, maquillaje, ambientación de la película… y darme (darnos, mi equipo y yo) cuenta de las dimensiones de la película en la que estábamos involucrados.

Estamos ya a unos muy pocos meses de su estreno simultáneo en México y Estados Unidos y justamente acabamos de encerrarnos en estos días pasados en Zona de Intolerancia, el estudio de grabación de Gerry Rosado, mi productor de cabecera, en la chilanga Colonia Condesa, a trabajar en el audio definitivo. “Flor de mis labios”, saldrá muy pronto de nuestro mundito privado para – esperamos – estar en el de todos.  Quienes participamos en mi pequeña parte de esta gran producción estamos emocionados y expectantes de lo que sigue.  Además de Gerry Rosado y yo, nosotros somos: Juan Castañón, guitarrista de mi banda, quien como ya verán se ve muy lucidor en la escena; Helena Sánchez, mi manager; Paulina Márquez, la supervisora musical de la película; Patricia Carrera, cabeza de Control Freaks, mi oficina de licencias y derechos de autor.  Ha sido realmente un placer y un privilegio trabajar con el enoooorme equipo de “5 de Mayo: La Batalla”, un equipo humano que para mi sorpresa cuenta entre sus figuras más relevantes con un número muy importante de profesionales tapatíos del mundo del cine, empezando por su director!! (Como seguramente ustedes saben bien, aunque soy chilanga y seguiré muy arraigada a mi tierra natal, la sede oficial de mi proyecto es y ha sido desde el inicio, Guadalajara).

Este relato es el primero de varios, porque seguramente habrá mucho de qué seguir platicando sobre el asunto en este espacio.  Por ahora sólo digo que espero que mi música siga teniendo la oportunidad de ser parte del universo multi-sensorial que es el cine, ese universo a través del cual la música viaja y permanece en el universo privado e íntimo de los espectadores – lo sé muy bien por experiencia propia.
 


viernes, 25 de enero de 2013

Noche de espera





Aeropuerto de Guadalajara rumbo a la Ciudad de México, dos horas y media de retraso.  Qué mejor momento para retomar estas crónicas.  O más que crónicas, un ejercicio de reflexión sobre el quehacer cotidiano, eso que trato que sea mi trabajo de todos los días, el espacio de tiempo que se supone debe dar frutos serios y tangibles que puedan verse o escucharse. O las dos cosas.  Últimamente más bien las dos cosas.

Mi estudio da al patio de mi casa, un patio con naranjos y limones y algunos otros árboles más bien indefinidos.  En él tengo una mesa grande justo frente al ventanal por el que veo los árboles – frondosos, enredados, casi demasiado altos -, algunas enredaderas y arriba un pedazo de cielo.  (Claro, todo esto lo escribo con los ojos de la memoria, porque como dije estoy sentada en una abarrotada sala de espera de aeropuerto, todos los vuelos nocturnos retrasados).

De regreso al repaso mental de mi estudio, debo decir que los árboles y el cielo me sirven de distracción constante.  Es muy fácil y cómodo posponer el comienzo del “trabajo” y quedarme largo rato viendo la luz y los colores cambiantes de las hojas – mucho más fácil que abrir mi cuaderno y avanzar en la construcción de la siguiente canción, la que debe dar un poco más de forma a lo que viene, eso que aún no sé cómo será,  a qué sonará, porque con tanta distracción no he pasado de la exploración inicial que en mi caso consiste en ir tanteando el camino, escribiendo casi en automático y también en automático dibujando melodías, capas de melodías; buscando en eso que veo frente a mí, los objetos, las sensaciones, los recuerdos (inventados o reales, más bien semi-reales) en los que pueda anclar una historia.  Soy tilichenta por naturaleza, así que hay muchos de esos objetos en el rango de visión desde mi mesa, además de los árboles que han crecido junto con mis hijos y que ya rebasan y duplican en altura la barda del jardín.  En los estantes de mi estudio, en las paredes y hasta colgando del techo hay pedazos de la historia de ese cuarto que ha sido pista de despegue tanto de discos como de pinturas que han dejado su rastro en las manchas de las paredes, en los dibujos hechos por mis hijos mientras yo pintaba o ensayaba y que frecuentemente me asombraban más que las imágenes de mis lienzos y por eso permanecen como recordatorio de la genialidad desquiciada de mis hijos – o así es cómo yo la veía, ellos rara vez coincidían con mi apreciación.



En fin, muchas distracciones necesarias que me aligeran el espíritu,  invasiones cotidianas que agradezco porque  le quitan densidad a la tarea de ponerme a escribir o a dibujar, a “construir ese siguiente proyecto”.  Son un recordatorio de lo importante.  De la imagen de mi hija dibujando y recortando muñecas de papel y de mi hijo creando con plastilina contingentes de súper héroes que viajaban por el espacio y libraban una nueva batalla cada tarde.