En diciembre de 2007 tuve 3 conciertos en el Forum Mundial de las
Culturas que se llevó a cabo en el Parque Fundidora de Monterrey. Esa era la primera - y única hasta ahora
- vez que me presentaba con mi música en esa ciudad y mi grupo y yo estábamos
muy emocionados. Hace unos días, René
Zúñiga, periodista de esa ciudad, me envió una nota al respecto que publicó en
diversos medios y en Somosuno Radio.
La comparto aquí con ustedes porque me recuerda esa época, aquella alineación
con la que viajé y trabajé mucho y el sonido de esos conciertos.
Jaramar, presencia escénica: como la mar en calma
René Zúñiga
La noche del miércoles, tal como fue programado, cruzamos las
fastuosas instalaciones de Cintermex para acudir al centro de prensa del Forum
Mundial de las Culturas en Monterrey. Ahí, la cercana clausura del evento se
hace presente; área semidesmantelada, ningún material producido por la oficina
de prensa para conocer el perfil de Jaramar, programa de mano o carteles.
Salí presuroso y en calma para hacer un recorrido por las impresionantes
instalaciones de Fundidora que lucen mal maquilladas, semidesiertas, faltando
solamente cuatro días para cerrar un capítulo altamente cuestionado, pero que,
para un sector reducido de la sociedad regimontana, un evento de clase mundial
que proyectó a la Sultana del Norte a todo el mundo, permitiendo que en breve,
sea considerada la capital cultural del noreste de México.
Llegué al espacio quince: Los
Latidos del Mundo, a lo lejos, se escuchan las indicaciones de los músicos
que afinan instrumentos y equilibran las bocinas que tendrían el privilegio de
arropar la voz de una cantante que tiene una espectacular trayectoria dentro de
la música. La oscuridad genera un ambiente inusual, sentado en una banca,
estimo que estaré a la espera de que inicie el concierto aproximadamente
cuarenta minutos, no importa, me contesto en precario dialogo interno y realizo
los primeros apuntes sobre el ambiente, instalaciones y soledad de un evento
catalogado por sus organizadores como “una ventana al mundo “.
Camino de la banca a la entrada del Foro Latidos del Mundo unos
veinticinco metros y me encuentro con un afable septuagenario que espera
pacientemente y después, de unas buenas noches amables de su parte, contesto la
gentileza y pregunto: ¿ Como se enteró del concierto ? -- vengo todos los días,
asevera con orgullo, ayer vine y me gustó la cantante, además de que prometió
cantar canciones diferentes en el concierto de hoy y de mañana; porqué sabrá
que estará también el jueves 6 y, por supuesto, que vendré de nueva cuenta--.
¿ Como es que viene todos los días, pregunto con asombro ? – Ah,
es que soy jubilado y vivo aquí muy cerca, en la colonia Terminal y tengo la
oportunidad de ver espectáculos gratuitos muy buenos, además sin costo,
entonces hay que aprovechar, porqué imagínese ¿cuando volveré a ver algo así? y
se contesta: yo creo que ya nunca, lo podrán ver los jóvenes, yo ya no –; para
callar y fijar su mirada en la nada y el silencio sella la complicidad
involuntaria por el disfrute por la vida.
Las luces que bailotean como con vida y voluntad propia, anuncian el
inicio de una noche inolvidable. Aparecen los músicos: bajo, guitarra y batería,
lentamente, apaciblemente aparece Jaramar Soto, para recibir un aplauso de
reconocimiento y se escuchan los primeros acordes de la primera de quince
interpretaciones que fueron ejecutadas magistralmente a lo largo del espectáculo,
por músicos que evidenciaron virtuosismo, siendo los más festejados Diego
Escobar, en la batería y Nathalie Braux en el sax y el clarinete. El resto del
grupo: Luis Javier Ochoa en la guitarra y Luis Eduardo Ochoa en el bajo y
coros, presentados todos por Jaramar.
En el ambiente estuvieron Agustín Lara, Nezahualcóyotl. La enorme
poeta Enriqueta Ochoa, Sabines, el divo de la poesía de masas; y el extraordinario
compositor Alfonso Esparza Oteo, quien tuvo entre sus talentosos maestros a
Manuel M. Ponce, gloria de la música mexicana. Así, con un repertorio de
la tradición oral del pueblo mexicano, escuchamos música de Guerrero, Michoacán,
Veracruz y Oaxaca que ornamentaron el hermoso espectáculo tutelado por Jaramar
y su potente, cálida y dulce voz; que logró crear un ambiente de intimidad,
entre espectadores que cantaban o tarareaban los temas y vitorearon el arte de
la intérprete. Ella con movimientos estéticos, naturales con sus manos y
su cuerpo que ondulante daban vida escénica a los textos y la música.
Es, sin duda, un espectáculo de gran valía, donde se conjuga la música
tradicional mexicana y surgen nostálgicos los sonidos de la música de otros
lugares y tiempos, para crear una atmósfera mágica que nos permite transitar en
la intimidad de la reflexión por lo estético.
Jaramar por primera vez en Monterrey, los aplausos, vivas, y la clásica:
¡ otra, otra, otra, ! anunciaron un final, donde la voz de Jaramar cubrió a una
ciudad que esperará a que pronto el ritual de la esperanza se repita.