jueves, 13 de agosto de 2015

De la búsqueda del nombre y las imágenes: Jaramar / Cuarteto Latinoamericano, canciones sefardíes / Parte 3


Decidir el título de un disco nuevo es, por decirlo de alguna manera, delicado.
Muy delicado y no siempre fácil.  La mayoría de las veces ha sucedido casi hasta el final, incluso con el disco ya grabado.  Así fue esta vez.

Parte de la dificultad consistía en que el nombre que le diera a este proyecto dedicado a los cantos sefardíes anónimos de los judíos españoles debía reflejar muchas cosas:  la poesía de las canciones, su naturaleza viajera e itinerante, su conexión con los afectos, su belleza orgánica y viva a pesar de ser cantos de hace siglos.  Y también debía hablar de mi vínculo personal con ellas.

Busqué primero entre los textos de las canciones y entre mis muchos apuntes sobre el tema.  Finalmente en uno de mis libros encontré el nombre que buscaba.
En “La huella hispánica en el legado musical de Sefarad”, María Luisa García Sánchez escribe: “…después de más de cinco siglos, el hilo invisible de la tradición hace posible que ambos pueblos nos reconozcamos, a pesar de diásporas y adversidades”.  Al leer esas palabras pensé que era precisamente una especie de hilo invisible a través del cual estas canciones habían llegado a mi y que ese mismo hilo invisible fue el vehículo de mi encuentro privilegiado con el Cuarteto Latinoamericano y con la Sinagoga Histórica Justo Sierra, el marco perfecto para estas canciones.

El Hilo Invisible – a todos los miembros del equipo nos gustó.

Con el título del disco decidido, Claudia Sánchez, la diseñadora invitada a crear la imagen del disco, empezó a jugar con hilos y a bordar.



Con Claudia, autora de la imagen de varios discos cuyo arte es de mis favoritos, tuve largas conversaciones para acercarla a lo que yo imaginaba, a lo que yo quería que quienes tomaran el disco en sus manos percibieran.
Después de algunas semanas de búsqueda, me empezó a enviar sus propuestas:
hilos ensartados que dibujaban palabras; caligrafía con versos que remitían a la idea de la navegación, de la palabra viva, de un mapa de ruta de vida.



Para finalizar este relato, comparto aquí estas palabras que Claudia me escribió al finalizar y que yo agradezco profundamente:

“En verdad ha sido todo un placer conocerte y sumergirme en la belleza de tu voz y tu música. Para mi fue un proceso sumamente interesante que me representó en todo momento un reto a través del cual exploré nuevos caminos creativos y aprendí un nuevo lenguaje para expresarme mucho más libre con la tinta los hilos y las letras... En el camino conocí a un calígrafo maravilloso que me llevó a descubrir el amor hacia la letra, los trazos y las palabras... Tú voz y tus canciones me llevaron a navegar por paisajes internos profundos que no sabía que existían en mí, me enseñaron y me llevaron a sentir y experimentar el amor profundo y maduro que se siente solo cuando se reconoce y se aman los años de historias recorridas. Digamos que tú música me llevó a explotar internamente y dar un paso más hacia romper ciertos límites personales y creativos. Gracias, gracias gracias...”

Y yo a mi vez doy gracias a todos los que se subieron a este barco conmigo y me acompañaron a navegar y bordar este hilo invisible.


miércoles, 12 de agosto de 2015

De un sueño que se hace realidad: Jaramar / Cuarteto Latinoamericano, canciones sefardíes / Parte 2


La mañana del lunes 2 de marzo me desperté en la Ciudad de México con la adrenalina y el nervio alborotados por la aventura inédita que estaba a punto de emprender.  Afortunadamente podría llenar mi mañana con actividades que llenarían mis horas y mi mente hasta llegar a la tarde y al motivo central de mi estancia en el DF.

Mi método usual de transporte defeño es el metro.
Siempre.
Esa mañana el recorrido Polanco-Tacuba-Zócalo me sirvió para repasar en mi cabeza lo que esperaba sucediera; repasar pendientes para que no me agarraran desprevenida (una obsesión mía) y cantar. Cantar en silencio, pensar cantando, cantar de la boca hacia adentro pensando.  Todo eso mientras caminaba, subía y bajaba escaleras, cruzaba el Zócalo y caminaba por Moneda, Correo Mayor, Justo Sierra, hasta llegar al número 71.  Al entrar al zaguán de la Sinagoga Histórica Justo Sierra automáticamente se quedaron fuera el calor, la mucha gente que tuve que ir sorteando y el ruido humano del centro.  Pude respirar con calma, desacelerar mis pasos, sentarme y empezar a sentir de verdad la emoción de estar ahí, empezando a hacer eso que había planeado y preparado durante meses.

La prima vez ke te vidí de tuz ojos me’namorí.

Empezaban a llegar mis amigos queridos a quienes había convocado para trabajar conmigo.  Es realmente bonito trabajar con personas a quienes admiro y quiero y que sé que están ahí alimentando lo que hacemos con su cariño y dedicación.  Así fueron llegando Michel Amado – queridísimo amigo, fotógrafo de tantos proyectos míos -  con Olivia Luengas y Erick Ruiz, los tres encargados de documentar en video e imágenes lo que iba a suceder.  Y también estaba ahí, conociendo el espacio y haciendo apuntes, Claudia Sánchez, la diseñadora a quien invité a crear la presentación visual de mi nuevo “producto”.  Y por supuesto llegó también mi cómplice imprescindible, quien desde hace 7 años me acompaña en el camino de convertir en realidad tangible y audible mis sueños: Gerry Rosado, mi productor, quien sería en esta aventura el responsable de grabarnos al Cuarteto Latinoamericano y a mí en la Sinagoga Justo Sierra y después post-producir lo grabado para lograr el disco bello de canciones sefardíes del que todos estamos seguros nos sentiremos orgullosos.

Con Erick Ruiz, Mónica Unikel y Michel Amado explorando la azotea de la Sinagoga


 Con Gerry Rosado y Mónica

La rosa enflorece en el mes de mai, mi alma s'escurece, sufriendo del amor.

Finalmente se dieron las 3:30 de la tarde y empezaron a llegar los compañeros de proyecto cuya presencia inminente tenía mi sistema nervioso a flor de piel.  Llegó primero Arón Bitrán, segundo violín y el integrante del Cuarteto con quien yo más había platicado, a quien había propuesto el proyecto inicialmente y quien con su calidez y buena vibra me ayudó a sentirme tranquila y segura de lo que estaba haciendo – no es que no lo estuviera, sólo que tenía que recordármelo a mí misma constantemente.  Javier Montiel, el violista, llegó casi inmediatamente.  A Javier también lo había tratado ya y desde nuestra primera conversación se había establecido una comunicación clara y cálida.  Javier había hecho cuatro de los arreglos que grabaríamos y tanto él como yo teníamos muchas ganas de escucharlos sonar.  Álvaro Bitrán, cellista del Cuarteto, llegó poco después; a él lo conocía muy poco fuera del escenario.  Sería con ellos tres con quienes revisaríamos y ensayaríamos esa tarde todo el repertorio a grabar.  Sólo con ellos tres, pues Saúl Bitrán, primer violín, se había quedado varado por la nieve en el aeropuerto de Boston y lo tendríamos con nosotros hasta la mañana siguiente.

Yo m’enamorí d’un aire, d’un aire d’una mujer, d’una mujer muy hermoza, linda de mi coraçon.

Nos fuimos acomodando en el espacio previsto para la grabación, al fondo de la nave, donde estábamos acústicamente más cobijados.
Y empezamos a revisar las canciones.
Y comenzamos a escucharlas sonar.
Y todo empezó a fluir, los temores se me olvidaron.

Yo sabía que la belleza de las canciones sería nuestra aliada para conectarnos con ellas sin mayores dificultades, pero no esperaba que avanzáramos tan rápido.
Y bueno, el Cuarteto Latinoamericano es una maravilla, por supuesto.
Y las canciones rápidamente brillaron.
Recuerdo el entusiasmo de Javier.  Al escuchar sonar sus arreglos por primera vez estaba muy contento y me decía:  “ Espérate a mañana a escuchar cómo va a sonar, con el power del violín de Saúl”.

Y ahí tomamos una decisión definitiva para el resultado final de la grabación: contrariamente a lo que se tenía previsto: grabaríamos los cinco juntos, voz e instrumentos, porque era la mejor manera de lograr cohesión y una interpretación viva y emotiva.  Además habíamos visto en el ensayo que sí era posible.

El cielo quero por papel, la mar quero por tinta.

Y a la mañana siguiente comprobé que Javier tenía toda la razón.
Saúl llegó y la música creció en dimensión y belleza.
Comenzamos a grabar y yo estaba consciente del enorme privilegio de que mi voz fuera parte de la música que construíamos juntos.
Esas canciones tan cercanas a mi estaban iniciando una nueva vida con un vestido y una energía renovados. 



Puncha puncha, la rosa huele que el amor muncho duele!

Y seguimos avanzando con rapidez.
Con el Cuarteto el trabajo fluye porque gracias a su gran nivel de ejecución, pero sobre todo a su intuición y comprensión musicales, las dudas se aclaraban inmediatemante y fuimos logrando buscar y encontrar la cohesion interpretativa entre los cinco de una manera natural.
De mi parte, estaba cantando canciones que desde mi nuestro primer encuentro, allá por el inicio de los años ochenta, me reconocí en ellas, como si nos conociéramos de antes; han sido una maravillosa escuela melódica y expresiva para mi.  Moverme entre sus melodías es navegar en mi universo personal y ahora buscaba explorar con mi voz nuevos caminos para ellas en los arreglos de Javier y de Juancho.



En la mar hay una torre y en la torre una ventana y en la ventana una paloma que a los marineros llama.

Al final de la última jornada salimos de la Sinagoga contentos, con las sesiones de esos días grabadas y listas para la siguiente etapa, que estaría en manos - y oídos y sabiduría musical - de Gerry Rosado.

A la mar que tu te vayas yo me iré contigo para ver cómo es que tu vences a tus enemigos.

Un mes después me incorporé con Gerry, en su estudio, a las sesiones de edición y mezcla del material grabado.  En realidad era él quien editaba y mezclaba.  Yo escuchaba y opinaba pero principalmente disfrutaba eso de lo que cada vez me sentía más orgullosa.  Y Gerry también.

Ese orgullo fue compartido por Saúl, Arón, Javier y Álvaro cuando
después de unas semanas llegó a los oídos de todos nosotros la propuesta de mezcla de Gerry:  la versión terminada de EL HILO INVISIBLE.

Adio Adio kerida, no kero la vida, me l'amargates tú.